Una de las grandes tradiciones en México es la celebración del “Día de Muertos” y se realiza el 01 y 02 de noviembre para recordar a familiares y amigos que ya murieron. El día 01 es en honor a los niños difuntos y el día 02 de los difuntos adultos. La celebración se basa en la creencia de que ese día los muertos regresan en espíritu para estar otra vez con sus familias; entonces, en los hogares, en los panteones, en las escuelas, en las instituciones públicas, en los mercados y en los jardines se elaboran “altares de muerto” que son un tipo de escenografía en honor a los que ya murieron razón por la que se ponen las fotografías de las personas fallecidas de la familia y se les pone junto a sus fotos platos con las comidas, bebidas y postres que cuando estaban vivos eran sus favoritos; así, quien pone el altar se asegura que cuando venga el ánima de los fallecidos se sienta bien recibida y disfrutará por tanto su estancia.

El altar tradicional debe llevar tres niveles (como escalones) que se cubren con mantos de tela y se decoran con banderitas de “papel picado” de colores colgadas en tiras suspendidas en las alturas y también sobre los escalones; cada nivel tiene un significado: el más próximo al piso significa el purgatorio, el intermedio significa la tierra y el más alto significa el cielo. En cada nivel se colocan algunos elementos que no deben faltar: el agua para calmar la sed durante su viaje a la tierra, velas para guiarles en su camino, copal e incienso para limpiar los peligros y las ánimas puedan estar en paz de vuelta a casa, flores de Cempasuchil cuyo aroma y color amarillo harán que las ánimas se sientan contentos, la sal como elemento para la purificación del alma que regresa, el licor o bebida alcohólica como recuerdo de sus momentos festivos en vida y como forma de invitarlos a llegar al altar para seguir celebrando; un elemento importante es la cruz de ceniza o de aserrín (madera molida) para que las ánimas visitantes que llegan al altar puedan terminar de limpiar sus culpas o pecados. Hay más elementos, pero los anteriores son los imprescindibles. Suelen ponerse también objetos personales que hayan pertenecido en vida al difunto y que su familia tenga guardados. Es todo esto una fiesta en honor a ellos que físicamente ya no están pero que en los sentimientos de sus familiares siguen estando presentes y es una forma de tenerlos en casa nuevamente para comer, beber, escuchar música, descansar y estar con sus seres queridos.

Los panteones se visten también de color, de música viva, de comida, de flores frescas, de velas, de luz, de olor. Se convierten en puntos de encuentro familiar.
Además de los altares, muchas personas se disfrazan con trajes alusivos a la muerte como una forma de recordar que el paso de todos va hacia el mismo final. No son disfraces de Halloween, no tiene nada que ver con ello pues los disfraces de “Día de Muertos” se conforman con maquillaje y ropa para representar esqueletos y calaveras y así vestidos van a fiestas, reuniones, eventos artísticos y culturales.

Es pues el “Día de Muertos” una fecha que nos recuerda que nadie se va del todo y que siempre de algún modo nos volveremos a encontrar.